Me encantan los eucaliptos. Sí, ya
se, son unos árboles con muy mala prensa y, según dónde los plantes,
pueden causar estragos. Pero me gustan. Me gustan sus hojas alargadas,
me gusta cómo se colocan como despeinadas colgando de sus ramas. Me
gusta cómo suenan, en los bosques de eucaliptos hay un murmullo
contínuo.
Y
admiro su capacidad de supervivencia. Crecen donde ningún otro árbol
podría, pero si están en un jardín con exceso de agua, se adaptan. Ni
siquiera sucumben al fuego. Arden como la yesca, sí, pero siempre
rebrotan.
Por
eso cuando se me ocurrió estampar un mantel con hojas pensé en ellos.
Confinados a mi mantel, los eucaliptos no podrán empobrecer ningún
suelo, reventar ninguna acera ni amenazar ningún tejado.
Se deja secar un par de días, se plancha el dibujo sin vapor a través de un papel (o por el revés) para fijar la pintura.
Y
se cosen los dobladillos para que "parezca" una mantelería. Esto fué lo
que me llevó más tiempo. Esta vez porque necesitaba una medida
especial, pero la próxima buscaré un mantel liso para tunearlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario