martes, 13 de agosto de 2013

El desafío del rinoceronte naranja me tienta,

 pero no me voy a unir. Al menos no del todo.


Así es como se llama al reto que ha lanzado una madre en las redes para educar a los niños de cada un@ sin volver a gritarles más. Se llama hace llamar Orange Rhino, su blog es este, y aquí hay una buena traducción del reto.



No gritar a los niños suena bien, que tu hogar sea inundado por la paz, la contención y la armonía suena aún mejor.


Estoy de acuerdo con Orange Rhino en que los gritos,  los castigos o la amenaza de violencia no funcionan. Nunca. Ni siquiera cuando parece que funcionan, es sólo un espejismo. Los niños no aprenden a comportarse bajo amenazas. No sirve.


A veces algún amigo se sorprende de hasta qué punto yo misma soy una madre calmosa. "¡Qué paciencia tienes! ¡Cuántas explicaciones! Yo ya les habría pegado un grito". No es paciencia, es que ya sé que el grito no me lleva a ninguna parte, como mucho a que al ratillo oiga a uno de los niños gritar para imponerse y reconozca en su voz mi grito. Ellos nos imitan.

Y si no sirve ¿para qué gritarles? Yo no lo hago.


Pero los niños son niños y yo soy humana. Lo confieso: a veces pierdo los nervios, a veces hasta grito. Yo también conozco ese remordimiento del que habla Orange Rhino, de acostarte pensando "hoy me he pasado, no debí gritar, no debí decir esa burrada, debería haber sido más lista, debería haber sido capaz de controlar y redirigir la situación".

Y por eso me tienta el reto. Algunos de sus consejos me parecen muy inteligentes. Por ejemplo, voy a poner en práctica el de intentar reconocer y evitar las situaciones de estrés que me ponen en el disparador. Es lógico, ellos no tienen la culpa de nuestras prisas.


Pero debo confesar algo más: a veces les grito también a los adultos. Orange Rhino dice que no le gritaríamos a un adulto, no es cierto, yo me enfado también con las adultos y a veces hasta les grito.

Enfadarse cuando algo te molesta me parece una reacción normal. A veces sirve para que el otro sea consciente de que te ha hecho daño y rectifique. A veces no tienes razón y te toca disculparte a ti. Y no pasa nada.

En cambio si le dices a un adulto muy calmosamente "Me parece mal lo que me has dicho, me ha dolido, por favor discúlpate", el mensaje no llega. Será que somos latinos, pero decirlo con flema británica le quita credibilidad a la queja.

¿Está mal enseñarle a los niños que mi paciencia tiene un límite?¿que todos tenemos días buenos y malos?¿que hay cosas que no soporto? Ellos, igual que los adultos, comprenden así que me han hecho daño e intentan rectificar o disculparse. Y claro, a veces me toca disculparme a mi. ¿Está mal enseñar a los niños que, como no somos perfectos, hay que saber disculparse y hacer las paces?



Por eso cuando leo la propuesta de no gritarles nada, pero nada, bajo ningún concepto en todo un año, me recuerda esa antigua máxima de "los mayores no lloran". Ahora los mayores tampoco gritan, en todo caso se esconden para gritar. Me angustia leer a Orange Rhino cuando confiesa que grita en los armarios, sobre cojines, por en balcón, con tal de que los niños no la vean perder los nervios. ¿Gritar a escondidas? ¿No es como llorar a escondidas? Esos niños el día que tengan ganas de llorar o de gritar ¿se reprimirán?¿pensarán que su reacción es patológica?¿sabrán entender sus propios sentimientos?


Tengo q confesar otra cosa: a veces también lloro

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